Por Alejandro A. Tagliavini*

 

Quienes desde hace un año siguieron el consejo simple -comparado con las elucubraciones de los asesores financieros- de desinvertir en Argentina y hacerse de dólares, en general -después de comisiones e impuestos- hoy pueden comprar un 20% más en propiedades inmuebles y un 30/40% más en acciones y títulos. Y, por cierto, la recomendación es seguir por el mismo camino de volcarse a moneda fuerte y dirigirse al exterior, aunque el problema es adónde. Habrá que ser muy selectivo y, básicamente, buscar países estables, que profundicen las políticas promercado, porque el ambiente global es confuso.

Como cualquier drogadicto -que pretende pasarla bien sin esfuerzo o, más bien, con el esfuerzo de los demás- hoy el mundo financiero y de las grandes empresas pide más a los bancos centrales después de años de beneficiarse de políticas monetarias ultra laxas, a costa de los contribuyentes que -por vía de impuestos e inflación- financian estas aventuras de la banca estatal. Y la marcha atrás que ha iniciado la Fed y que, en poco tiempo, tiene previsto realizar el Banco Central Europeo tensiona las bolsas, tanto en renta variable como en fija.

Esta política ultra laxa -de créditos artificialmente baratos- ha creado burbujas que ahora se complican creando un ambiente de inestabilidad global fogueado por Trump, y su alocada guerra comercial, y el mandatario chino que pareciera querer darle un impasse a la política promercado provocando una desaceleración del crecimiento de China.

El miércoles pasado, la Fed se ciñó al guion previsto al subir por cuarta vez las tasas de interés, la novena subida desde que en 2015 se inicio la normalización de la política monetaria en EE.UU., y dejó entrever la desaceleración en los aumentos para 2019, solo dos alzas en lugar de tres para situar la política monetaria «justo por debajo del rango neutral». Y los inversores están castigando la decisión con ventas masivas en renta variable y acudiendo al refugio de la deuda. Así, la bolsa va camino de registrar su peor trimestre desde 2011.

Ante una subida de la Fed y perspectiva de más alzas, el movimiento natural hubiera sido que la curva de rentabilidad aumentara con mayor margen en el largo plazo contra el corto ya que el alza de la tasa de interés conlleva un descenso del precio de los bonos -aumentando la tasa implícita- dado que, los inversores, venden la deuda para adecuar su cartera al nuevo precio del dinero. Sin embargo, en plazos largos como a diez años el precio comenzó a subir ante la oleada de compras aplanándose la curva de tasas.

Así el bono del Tesoro de EE.UU. a diez años retrocede a mínimos de siete meses, con una rentabilidad del 2,78%, mientras en la deuda a corto plazo se producen ventas. La curva de tasas da hoy un nuevo paso en su estrechamiento y el diferencial entre a dos (2,67%) y diez años se reduce a 11 puntos básicos lo que se considera como un indicador que adelanta futuras recesiones. Cada una de las seis recesiones desde 1970 fue precedida por una curva invertida en las tasas.

Por otro lado, muchos analistas como el Commerzbank creen que «la aversión al riesgo en el mercado de renta variable está conduciendo al precio del petróleo a los mínimos actuales». El miedo a una desaceleración económica que lastre la demanda de crudo, junto con las turbulencias en los mercados financieros, están hundiendo la cotización.

Según la Agencia de la Energía de EE.UU., «la actual caída de los precios del petróleo es muy similar a la de 2014». En el último trimestre de ese año, el crudo se hundió 40%, llegando a los US$ 30. El crash de 2014 tuvo como protagonista a los productores de shale oil en EE.UU., gracias al fracking, lo que impulsó la oferta global históricamente controlada por la OPEP. Ahora, además, hay temor por un estancamiento de la demanda y un parón de la economía global.

El crudo Brent acumula un desplome de más del 37% desde los máximos anuales de octubre, mientras que el West Texas cae un 39%. En octubre, la caída se acercó al 9% y en noviembre superó el 22%, el mayor descenso mensual desde octubre de 2008. En lo que va de diciembre la corrección se acerca al 5%.

Desde UBS aseguran que «existe preocupación porque los recortes de la OPEP no serán suficientes, en un entorno de dudas sobre el crecimiento económico, para contrarrestar el crecimiento de la oferta de los productores de shale oil en EE.UU.», sin embargo, destacan que la demanda y la oferta volverán a encontrar un punto de equilibrio entre los US$ 70 y 80. Se espera que, para 2019, las sanciones a Irán y la debacle de la industria petrolera de Venezuela desemboquen en una oferta global más ajustada.

 

*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California

 

@alextagliavini

 

www.alejandrotagliavini.com

 

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