Por Alejandro A. Tagliavini*
Dicen los rumores que en la Rosada preferían al candidato Fernando Haddad, del PT de Lula, porque temen que Jair Bolsonaro sea más proteccionista afectando a la economía argentina, a la región y al acuerdo con la Unión Europea. Además de que, el derechista ex militar, potenciaría el desarrollo nuclear brasilero.
El actual presidente Temer realizó en menos de dos años algunas reformas. En la educación secundaria, los alumnos tienen ahora la posibilidad de adaptar su currículo escolar a sus habilidades y demandas del mercado. En el mercado laboral, ha flexibilizado los contratos de trabajo, permitiendo acuerdos por horas y ampliando la jornada hasta 12 horas diarias, así como flexibilizando la contratación de terceros.
Y, un dato importante porque eso quita poder a los sindicatos, ha eliminado la obligatoriedad que tenían los trabajadores de pagar la contribución sindical, obligatoriedad que mantiene Macri y luego se queja de la fuerza de los paros. Pero aún faltan en Brasil eliminar regulaciones laborales -que impiden la plena ocupación, como el salario mínimo que literalmente prohíbe trabajar a quienes ganarían menos- y la desocupación ha subido desde el 6,2% en 2013 hasta el 12,2% en 2018.
En política fiscal, puso un límite al aumento del gasto público: no debe superar a la inflación del año. En política monetaria, las tasas de interés que siempre fueron muy altas -léase hasta 16,5% no la extravagancia del BCRA- cayeron a su más bajo nivel de la historia 6,5% y así ha controlado la inflación: 3,4% en 2017 y 3,7% en 2018.
Sin embargo, la recuperación de Brasil sigue lenta. El crecimiento del PIB se estancó en 2014 (+0,1%), y se desplomó en 2015 y 2016 (-3,5% cada año). En 2017 aumentó 1,5%, mientras que las exportaciones hicieron lo propio a una tasa del 18%. Las previsiones son medianamente optimistas para 2018, con un crecimiento del PIB que alcanzaría el 2,3% y una tasa de inflación de 3,5%. Y para 2019 están estimando un 2,4% de crecimiento de la economía.
Y ahora viene Bolsonaro, su política derechista en lo social y político asusta tanto que The Economist aseguró que será un mandatario “desastroso”. En lo económico, tiene un discurso alentador, pero eso hacen todos los políticos. Tan bueno es que salió a cruzar a su “ultraliberal” asesor económico -Paulo Guedes, que dijo que crearía un impuesto financiero- afirmando en un tuit que: «Mercado libre y menos impuestos es mi consigna».
Lo que no es poco ya que los impuestos perjudican al mercado en general pero, en particular, a los más pobres ya que los ricos los derivan aumentando precios o bajando salarios. Jair Bolsonaro, planea la privatización de algunas de las 147 empresas estatales -Guedes dice que privatizaría todas- y la reducción de la burocracia estatal con el eslogan “Más Brasil y menos Brasilia”, o sea, más mercado -más a las personas- y menos gobierno, menos Estado.
Además, pretende una fuerte desregulación de la economía -lo que no será fácil dados los intereses creados- y eso no es cuestión menor ya que hoy «La empresa privada está controlada por el Gobierno y la empresa pública está controlada por nadie», dice Roberto Campos.
En cuanto al exterior, algunos empresarios pueden interesarse en quién sea el candidato ganador, por caso, las 22 empresas españolas que cada año ganan unos US$ 27.000 M en Brasil, el doble de las exportaciones anuales argentinas hacia el país de la Samba. Pero para España, en su conjunto, es poco más que anecdótico. ¿Debería Argentina preocuparse?
Bolivia perdió su última batalla hace pocos días cuando, la Corte Internacional de Justicia, desestimó el pedido de que se obligue a Chile a negociar una salida al mar sentenciando que «no tiene obligación de negociar». Un amigo, irónico, twitteo: “Terrible! Suiza, Austria, Liechtenstein, Luxemburgo, desolados porque con este fallo ven frustrada su posibilidad de salir de la miseria”. Lo cierto es que poco -o nada- importa si Bolivia tiene acceso al mar o no, no va en ello ni la riqueza, ni la potencia, ni la felicidad de sus ciudadanos.
La riqueza no se mide por los recursos materiales circunstanciales sino por la creatividad -la tecnología… la sabiduría- así Japón es tanto más rico que Argentina que todo material tiene. De modo que, al igual que los españoles, algunos empresarios argentinos podrían verse interesados en las elecciones brasileras, pero para el país en su conjunto, debería ser solo una anécdota si tuviera una economía eficiente -creativa- y, por tanto, amortiguada contra todo vaivén.
El problema es que Argentina, tiene una economía muy regulada, encorsetada -y mercantilista-, así, no pudiendo moverse, no pudiendo ser creativa, cualquier variación en los flujos fijos puede resultar negativo. Entonces, la pregunta final es cuánto se verá afectado el país ya que, si Bolsonaro realiza las reformas económicas que dice, Brasil crecerá fuertemente y no parece coherente con su discurso el temor de un mayor proteccionismo que aflije a la Rosada.
*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California
@alextagliavini
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