Por Alejandro A. Tagliavini*
A principios de 2017 escribí artículos (“¿Crecerá la economía en 2017?”, El Cronista, 16 de febrero de 2017, y “EL BCRA es el peor enemigo del gobierno”, El Cronista, 15 de mayo de 2017) donde decía que Argentina no crecería con esta política económica cuando todos opinaban lo contrario, incluido el FMI y los gurúes habitualmente consultados por los medios.
Mi argumento era simple: durante 2016 Macri dejó claro que continuaría la política que realizó en CABA durante 10 años, es decir, aumentar la presión fiscal -que no debe computarse en relación al PIB sino a la producción del sector privado- y no desregular seriamente, o sea, seguir comprimiendo al mercado que es el que crea y produce.
Finalizado el 2017, el Indec mostró un «crecimiento» de 2.9% del PIB. Entonces escribí otro artículo (“Argentina no logra crecer genuinamente”, Ámbito Financiero, 5 de febrero de 2018) donde decía que «inflar no es crecer»: la economía en 2017 no creció genuinamente, en términos de avance de la productividad y eficiencia en la creación de riqueza. Solamente la inflaron, y mal.
Como señala Martín Krause, es poco serio hablar de crecimiento basado en el PIB que solo muestra -suponiendo que estos cálculos arbitrarios sean serios- cómo se decide gastar el ingreso luego de producido, el destino de la producción, no su origen. En todo caso, más acertado es el valor bruto de la producción (VBP) donde el consumo representa el 50% contra el 86% de peso que le otorga el PIB.
En 2016 y 2017, la deuda pública nacional subió en US$ 80.269 M, equivalente al 15% del PIB. Es decir, que entró efectivo -que debería incidir con fuerza en el modo en que se computa el PIB- por una suma muy superior al supuesto “crecimiento” de solo 0,6% (-2,3% en 2016 y 2,9% en 2017). Y en el 2018 la cosa va peor y, no solo la economía no crecerá genuinamente, sino que probablemente se lleve puesto el «crecimiento» del 2017.
La “política fiscal total” argentina -impuestos, tasas e inflación que es únicamente el exceso de emisión monetaria en tiempo real- es confiscatoria y ante esta realidad los capitales, sobre todo extranjeros, huyen. Y ante la reciente crisis, el gobierno reaccionó con un discurso políticamente correcto: recortaría el gasto. Pero, aun cuando fuera verdad, seguramente llegará tarde y el gasto finalmente puede aumentar dado que debe computarse con relación al PIB del sector privado que caerá más que el recorte.
Para colmo, la austeridad viene por el lado de recortar la obra pública cuando la construcción es el principal motor del “crecimiento” esgrimido. Por su parte, la obra privada, apalancada desde el Estado con créditos, será perjudicada y probablemente se pinche la burbuja originada por el artificial aumento en el precio de los inmuebles. Por caso, para los hipotecarios UVA subirá la tasa de interés encareciendo la cuota 54% más que hace un año.
En cuanto al sector privado, Moody’s acaba de señalar que las empresas argentinas afrontan un «alto riesgo» de falta de liquidez ya que, durante 2018 y el año próximo, deberán capear un alto nivel de deuda. Ocho de las 14 compañías relevadas «reflejan un monto significativo de deuda con vencimiento en 2018-19 relativo a sus tenencias en efectivo, generación de flujo de efectivo libre esperado y acceso a líneas de crédito bancarias comprometidas».
El Financial Times ha publicado que “es probable que la decisión de subir la tasa oficial… al insostenible nivel de 40% intensifique el pánico…”. No existe sistema productivo privado que pueda soportar eso. Por cierto, la industria de fondos ya perdió $ 50.000 M equivalente al 7% de su patrimonio, debido a la salida de Lebac.
Hablando de Lebac, el vencimiento del martes 15 de $671.875 M seguramente traerá malas noticias: o el BCRA convalida tasas altas -recesivas- o el dólar se dispara o ambas cosas. A menos que sacrifique reservas lo que quizás sea la mejor opción. Y esperemos que no sea cierto el rumor de que los inversores institucionales (bancos, fondos de inversión, aseguradoras, mutuales, etc.) serán invitados ‘cordialmente’ por el gobierno a renovar Lebac, lo que sumado a los exabruptos de Carrió nos retrotraería a épocas lamentables.
Por cierto, ante los hechos que desmienten un acercamiento genuino a la economía de mercado, Macri ha logrado instalar la idea de que la suya es una política “gradualista”. Si fuera cierto y se hicieran avances pequeños, los resultados deberían verse.
Pero en lugar de reconocer que ya no tiene dinero para financiar su “populismo caviar” ni nadie que quiera prestarle a tasas razonables, aparece el salvataje del keynesiano FMI (y serán más de 33 los acuerdos de Argentina con el organismo, repitiéndose la historia) que -como señala uno de los mejores economistas españoles, Juan Ramón Rallo, entre muchos otros- se dedica precisamente a salvar insalvables: total que los burócratas de este organismo multi estatal no arriesgan su dinero, sino el de los ciudadanos de los países miembros que lo aportan por vía impositiva.
*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California
@alextagliavini
Deja una respuesta