Por Alejandro A. Tagliavini*

 

Trump sacó a EE.UU. del famoso TPP, destinado a ser la mayor zona de “libre comercio” del mundo, firmado por 12 países de la región Asia-Pacífico que representan casi 40% de la economía mundial. Tratado que fue creado con la intención de detener el avance de China que, según datos del FMI, en 2014 pasó a ser la primera economía del mundo con un PIB de US$ 17,632 billones contra los 17,416 billones de EE.UU.

La diferencia se iría ampliando hasta 2019 cuando el PIB chino llegaría a US$ 26,9 billones y el de EE.UU. a 22,1 billones. Aun así, EE.UU. mantiene el liderazgo global, pero los socios del TPP podrían incorporar a China que, así, podría iniciar el camino de un mundo bipolar en dónde, irónicamente, será la defensora del libre comercio. Esta China que es para Argentina, después de Brasil, el mayor proveedor de bienes de capital, y de partes y piezas de capital superando a EE.UU., y cuyas Pymes representan el 60% del PIB y de las exportaciones, y el 75% del empleo.

En fin, esta vocación de “compre nacional” llevó al republicano a suspender por 60 días el acuerdo por los limones, lo que podría extenderse a otros rubros que exporta Argentina, que ya tiene un déficit comercial con EE.UU. superior a los US$ 2.000 millones anuales. La Federación Argentina de Citrus estimaba que la apertura del mercado estadounidense iba a permitir exportar US$ 50 millones anuales.

También se caerían los acuerdos para exportar carne fresca y, según Ecolatina, las empresas que elaboran biodiesel derivado de la soja enfrentan serios riesgos, dado que actualmente el 90% de su producción se envía a EE.UU., más de US$ 1.000 millones en 2016, el rubro más exportado a ese país. Y los exportadores de arándanos que en 2016 vendieron a EE.UU. US$ 70 millones, los productores de té que enviaron US$ 75 millones, los de miel que despacharon US$ 60 millones y las ventas de jugos de citrus, manzana y uva de casi US$ 130 millones que fueron al país del Norte.

Y corre serio riesgo el regreso de la Argentina al SGP, un mecanismo que hasta 2011 permitió exportar a EE.UU. con beneficios arancelarios por US$ 500 millones anuales. Además, ante la amenaza de castigar a las importaciones con fuertes aranceles, Trump habría logrado que automotrices como Ford y fabricantes de electrodomésticos, como Carrier, cancelaran inversiones en México para relocalizarlas en suelo estadounidense. Y hasta podría lograr que Apple desembolse US$ 7.000 millones para una planta de ensamblado.

Es decir, que Trump amenaza también las inversiones externas que, de las pautadas en Argentina hasta 2019 según recabó el Ministerio de Hacienda, el principal origen corresponde a EE.UU. con más de US$ 10.000 millones previstos. De hecho, aseguran que ya se cajonearon algunas.

Las más afectadas serán las PyMEs argentinas que, según la UIA, son empresas de entre 10 y 200 empleados, que generan el 51% de los empleos, y producen casi el 40% del PIB. El año pasado se promulgó la “Ley Pyme”, que ofrece beneficios fiscales y acceso al crédito, pero aun así el 42% tuvo un 2016 con bajo rendimiento respecto al 2015 dejando claro que no es con leyes “promotoras” que se levanta una actividad sino bajando la presión fiscal y desregulando.

Increíblemente, según la consultora PwC, el 73% de las Pymes decía que superaría su rendimiento en 2017 con respecto a 2016, contra el 20% que dijo que estará igual y 7% que preveía una caída. Según el informe, la principal preocupación es la presión tributaria (72%); seguida de la inflación (69%) y los salarios (49%) y no tanto el financiamiento (29%) como suponía Prat Gay.

Además de que ahora hay que agregarle el efecto Trump, este optimismo no tenía asidero -en mi opinión- y es en alguna medida incoherente ya que, durante 2017, el 68% aseguró que estará desarrollando nuevos negocios, mientras que el 53% apelará a la reducción de costos, y un 19% reestructurará su personal, es decir, contraerán el consumo con lo que difícilmente se expanda la economía en general. Y, por cierto, a pesar de las promesas del gobierno, la presión fiscal total va camino de subir.

Sea como fuere, Trump es la excusa que el gobierno necesita para explicar cuando la economía no crezca como había dicho. Porque la verdad es que Japón no tiene casi recursos y, sin embargo, es riquísimo. De modo que un país solo necesita ser internamente eficiente para crear riqueza sin que importen ni los recursos naturales ni las condiciones externas. Solo en economías asfixiadas -con regulaciones y altos impuestos- por el Estado, es importante que de afuera compren más porque es el único modo en que pueden expandirse.

 

 

*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California

 

@alextagliavini

 

www.alejandrotagliavini.com

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